Aquí vivimos con una mano en la garganta.
Que nada es posible ya lo sabían los que
inventaban lluvias y tejían palabras
con el tormento de la ausencia.
Por eso en sus plegarias había un sonido
de manos enamoradas de la niebla.
A. Pizarnik
trepando hacia la superficie...respira.
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